
El atardecer era un desierto soplando al oído
el secreto milenario de su estadía en el hombre sereno;
soplando suave en el cano pensamiento
se dibujaba la mueca de una era torpe.
Pesada cual brío de un planeta errado,
continuaba en la búsqueda de
la palabra empeñada y la conducción.
¡Sopla, sopla el aire puro de tu inocencia!
Venga la gracia de tus mares a ultranza
que rugiendo,
adormecen la tierra de tus manos
y dibujan la estela de los caminos que deberíamos seguir.
Fotografía: Don Raúl a la pesca de la jaiba.
q wena estas de vuelta me gusta eso!!!! abrazos amigo de los ojitos de lucero
ResponderEliminarEstoy de vuelta y para kedarme... Ahora todo irá bien. Gracias por los saludos y los abrazos!
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